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miércoles, 29 de agosto de 2012

Hallan 30 petroglifos en Castrillo de la Valduerna con forma de herradura


verónica viñas | león 29/08/2012
Es una roca legendaria. Conocida en Castrillo de la Valduerna como ‘La pisada del moro y la mora’, en la que hay dos huellas podomorfas, está rodeada por una treintena de petroglifos con forma de herradura que hasta ahora habían pasado inadvertidos. Diego Aparicio, natural de Castrillo de la Valduerna, contactó con el descubridor de los petroglifos de Maragatería, Juan Carlos Campos, para atraer su atención sobre estos singulares grabados rupestres.
El doble podomorfo es un símbolo hasta ahora inédito en la iconografía de petroglifos descubiertos por el aficionado astorgano, donde abundan las cazoletas, surcos, círculos y laberintos.
Campos no se atreve a aventurar si son de época histórica o tienen miles de años de antigüedad. Grabados similares de herraduras y pies humanos aparecidos en Galicia mantienen divididos a los expertos.
Mientras algunos arqueólogos sostienen que son de época histórica, otros en cambio, como el historiador Manuel Santos Estévez, consideran que son grabados rupestres que pudieron funcionar como santuarios en la Edad del Hierro. Para Santos Estévez, «son petroglifos arrinconados por la investigación al ser considerados medievales». Este investigador ha podido demostrar que el grupo de petroglifos de Amoeiro tienen una alineación perfecta con el Sol. Una alineación natural, que se ignora si tendría significado para quienes grabaron la roca.
Los petroglifos descubiertos en León no se han contrastado con un mapa astronómico, con el fin de averiguar si corresponden a puntos concretos del firmamento.
Ritos tribales
Algunos historiadores han asociado los símbolos podomorfos con ritos de investidura de algún jefe local o bien como emblema de la conquista de un nuevo territorio. De confirmarse que los encontrados en Castrillo de la Valduerna son de la Edad del Hierro, serían de época astur; un documento insólito.
Las marcas de herraduras han sido interpretadas por los investigadores como símbolos de la fertilidad y la invocación a la luna. También existen muchas leyendas medievales que relacionan las herraduras con los cascos del caballo del apóstol Santiago y su viaje a Compostela. En Castrillo de la Valduerna no hay ningún relato en torno a las dos ‘pisadas’, de un tamaño imposible hasta para un jugador de baloncesto. Nadie recuerda en la comarca de dónde surge la denominación ‘La pisada del moro y la mora’.
No son dos ‘pisadas’ aisladas, sino que en otra roca cercana hay otro podomorfo, «esta vez más pequeño y proporcionado que el anterior, con dos surcos transversales y acompañado por una treintena de herraduras repartidas por las rocas adyacentes», según Campos, que también localizó un extraño símbolo «formado por tres líneas que se juntan en un extremo». El conjunto más interesante de esta estación rupestre es un grupo de herraduras más pequeñas, más parecidas a cuadrados incompletos que a semicírculos, en las que se aprecia «un piqueteado intenso, como el producido por un utensilio metálico y afilado. Esto quizá indique una cronología posterior si las comparamos con las figuras situadas en el extremo del panel opuesto al podomorfo, en las que se pueden apreciar las herraduras más grandes, más juntas y con un surco más profundo. Aunque se puede apreciar restos de piqueteado, este es mucho más difuminado y recubierto por líquenes», explica en su blog Campos.
Aparte de los grabados podomorfos y de herradura, el aficionado astorgano ha hecho otros descubrimientos. Ha localizado nuevas rocas con cazoletas en Maragatería, en pleno monte, en un paraje cercano a Santa Colomba de Somoza. Según Campos, son de tal sencillez que podrían ser aún más antiguos que los localizados hasta ahora.
La pasión de Juan Carlos Campos por los petroglifos ha resultado contagiosa. Aparte de Diego Aparicio, en junio también Pedro Dios, natural de Priaranza de la Valduerna, localizaba una roca con grabados rupestres en La Degollada. Una gran piedra ligeramente curvada de unos tres metros de ancho por uno y medio de alto, que ha permanecido «miles de años olvidada» y sumergida bajo las aguas de la presa la mayor parte del año. En la roca se aprecian surcos y cazoletas.

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